Bullying, una palabra que se ha vuelto más común de lo que debería. Si en el trabajo nuestro jefe nos exige más de lo que deseamos, es bullying. Si nuestros compañeros de universidad no nos incluyen en sus grupos de WhatsApp por ser cristianos, es bullying. Si nuestros padres no nos dan lo que queremos, ¿qué es? ¡Bullying!
No se puede negar que el bullying o matoneo ha causado la muerte a personas que se han visto acorraladas por la discriminación y la burla. Sin embargo, muchas veces usamos esa palabra con la intención de victimizarnos. Vale la pena examinarnos y admitir si lo que consideramos como una agresión no es más que el roce normal que proviene de las relaciones y la oposición necesaria que nos lleva a crecer. ¿Seremos una generación débil que, además, cría jóvenes para ser más susceptibles de lo que deberían?
Dios nos creó para ser fuertes, tanto físicamente como mentalmente, pero paradójicamente es allí donde más débiles somos. Por eso, cuando llega una situación difícil, renunciamos porque creemos que no lo podemos soportar, pensamos que tenemos derecho a que todo nos salga bien, a que todos estén de acuerdo con nosotros y a que no haya lugar al sufrimiento en nuestra vida.
Si sabes cuánto vales
Una de las mejores reflexiones del cine nos la da Rocky Balboa cuando su hijo está enojado por la actitud tan tranquila que toma su padre y le dice: «¿No te importa lo que piensen de ti? ¿No te molesta que las personas te tomen a broma? ¿Crees que es correcto? ¡Di algo!».
Su padre le contesta: «Te diré algo que ya sabes. En el mundo no todo es color de rosa, es un lugar mezquino y feo, y por más fuerte que seas, la vida te pondrá de rodillas y no te dejará levantar si es que la dejas. Ni tú, ni yo, ni nadie golpea tan fuerte como la vida. Pero lo importante no son los golpes que das, si no lo que eres capaz de soportar sin bajar los brazos. Cuánto eres capaz de resistir, sin tirar la toalla. Así es como se gana. Si sabes cuánto vales, exige lo que te mereces. Aguanta los golpes y no comiences a señalar ni a él, ni a ella, ni a nadie porque no estás donde quieres estar. Los cobardes hacen eso y tú no eres un cobarde, tú eres mejor que eso».
2 Timoteo 1:7 nos dice que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, Josué 1:9 expresa que debemos ser esforzados y valientes, Mateo 11:12 dice que los violentos son los que arrebatan el reino. Somos hijos de Jehová de los ejércitos, por él somos fuertes, ganadores de batallas y conquistadores de la tierra, ¿nos comportamos como tales?
Sufrir penalidades
Nos preocupa que nos llamen «aleluya», que no tengamos amigos porque no tomamos licor, que nos excluyan porque vestimos recatadamente, que nos discriminen por leer la Biblia. Nos da pena que nos vean orar al invisible, nos da miedo que nos hagan bullying. Y si todo esto pasa, un nuevo título aparece en escena, ya no es matoneo sino «persecución cristiana».
Según la organización Puertas Abiertas, que busca ayudar a los cristianos perseguidos en el mundo, 215 millones de cristianos sufren persecución, es decir que por cada 12 cristianos uno es perseguido a causa de su fe. Durante 2016, 90 mil cristianos fueron asesinados. En la actualidad hay 50 países en donde se presenta persecución hacia los cristianos, entre ellos están México y Colombia que ocupan los últimos lugares y que no se comparan con Corea del Norte, país en el que un cristiano puede ser arrestado, enviado a campos de trabajo o ejecutado.
Tenemos lo que se necesita
Mateo 5:11 dice que somos bienaventurados cuando somos vituperados y perseguidos por causa de Cristo, 2 Timoteo 2:3 nos invita a sufrir penalidades como buenos soldados de Cristo, Filipenses 1:29 toma el sufrir por Cristo como un privilegio. Está claro que Dios ha depositado en nosotros todo lo necesario para afrontar cualquier tipo de adversidad, Él confía en que lleguemos a la estatura de Cristo, y en medio de las dificultades, los retos, la adversidad, alcancemos esa medida, la de Jesús.
Dios obra para el bien de los que le amamos (Romanos 8:28), Él vengará y premiará a quien lo merezca, por eso nuestra vida o muerte, nuestra salud o enfermedad, nuestra prosperidad o pobreza, nuestra fama o soledad, por más difícil que sean, nos preparan para ver gloria de Dios, sea en este mundo o en la eternidad.
Dejemos de llamarle bullying a todo. Si queremos educar una generación fuerte, debemos enseñarles la fortaleza desde la estrategia de enseñanza más efectiva que existe, el ejemplo.
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