Yo soy Barrabás
Barrabás soy yo, sí, y también tú que estás leyendo. No te ofendas, a nadie le gusta que lo comparen con un revoltoso, ladrón y asesino, pero cualquiera que haya sido nuestro desempeño en el viejo oficio de pecar, también tú y yo, siendo culpables, fuimos puestos en libertad y el inocente, condenado a cambio.
¿Puedes imaginar la escena? Barrabas encontrado en flagrancia, puesto preso por los romanos sin saber lo que le esperaba, aunque sospechando lo que le iba a ocurrir, dando vueltas en una celda repasando en su mente las razones que justificaban sus actos, recordando el pasado y las circunstancias que moldearon su carácter violento y egoísta.
En la calle una multitud gritando y él, sin saber el porqué de tanto alboroto, se encontró con Jesús. Pero este encuentro no fue como los demás. Barrabás no buscó a Jesús para que lo sanara de una enfermedad o le perdonara sus pecados. No fue Barrabás quien buscó a Jesús, fue Jesús quien encontró a Barrabás y le salvó la vida.
Algunos dirán que fue su día de suerte o producto del azar, sin embargo, Dios quería dejarnos claro cuál era el plan: cambiar al inocente por el pecador. ¿A quién le importaba Barrabás?, ¿por qué la gente lo aclamaba como si se tratara de un rock star? A nadie le importaba la vida de este delincuente, pero a Dios sí, para por medio de él dejarnos claro el significado de lo que Jesús hizo por nosotros.
«Por eso me ama el Padre: porque entrego mi vida para volver a recibirla. Nadie me la arrebata, sino que yo la entrego por mi propia voluntad…», Juan 10: 17,18 (NTV).
La Biblia no nos dice qué ocurrió con Barrabás después de ser liberado, pero quienes han estado a punto de morir saben que es una situación que transforma porque nos obliga a replantear la vida y sus motivaciones. Me gusta pensar que para Barrabás esta fue una experiencia de ese tipo.
No es solo el hecho de cuestionar si se volvió bueno o malo, después de todo, ¿quién es totalmente bueno o irremediablemente malo al fin y al cabo? Pero sí creer que Barrabás entendió que la misericordia de Dios estuvo más allá de sus faltas y de las circunstancias que lo llevaron a ser quien era y a hacer lo que hacía. ¿Lo entiendes tú?
Si yo hubiera sido él, habría seguido de cerca a este Jesús que tomó mi lugar. Le habría perseguido y preguntado a todos: «¿Qué fue lo que hizo y por qué la gente lo odia?». Lo habría visto cargar su cruz y morir así mismo pensando que allí podría estar yo, pagando por lo que hice. En medio de la multitud al escuchar a los soldados decir: «Este verdaderamente era el hijo de Dios», me preguntaría: «¿Con qué propósito sería mi vida cambiada por la de el Salvador?».
Todos somos Barrabás y la respuesta a esa pregunta es tarea de cada uno descubrirla y vivir por ella. Todos estuvimos ahí, fuimos indultados siendo culpables. Barrabás no solo representa la insensatez de los fariseos sino a cada uno de nosotros y ese encuentro que Dios planeó para entregar la vida de su Hijo a cambio de la nuestra.
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