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La primera campaña publicitaria.

Los problemas del hombre comenzaron, desde el inicio de los tiempos, con una aparentemente simple pero poderosa tentación.

El enemigo logró, a través de algo que hace poco escuché nombrar como «la primera campaña publicitaria», convencer a Eva de que lo que Dios había dicho no era más que la perspectiva de Dios y que había otras maneras de ver las cosas. Le dijo verdades a medias y mentiras enteras que sin duda lograron entrar a la cabeza de Eva y cambiar la perspectiva que tenía de ella misma y de Dios. Ahí fue donde comenzaron los problemas del mundo.

Publicidad irresistible

Esta estrategia de mentira y tentación fue efectiva: de manera astuta logró alejar al ser humano de su creador y de aquello que estaba destinado a ser. Si al hombre y a la mujer desde el inicio se les hubiera explicado lo que iba a suceder y lo poco que ese fruto los iba a satisfacer, no le hubieran creído ni hubieran tomado del fruto. Sin embargo, normalmente la tentación, aunque nos lleva a muerte y destrucción, nos es presentada como algo jugoso y apetecible, como una publicidad irresistible.

¿Te ha pasado alguna vez en una tienda que ves algo que no necesitas y que sabes en tu interior que no te hará feliz, pero en el momento lo ves tan lindo y te es presentado de manera tan convincente? Así es la tentación. Luego que lo llevas a casa te terminas preguntándote porqué lo habrás comprado y olvidas qué fue lo que te convenció. Y termina, como muchas otras cosas que compraste de manera similar, en algún rincón o cajón de la casa, coleccionando polvo y telarañas.

La brecha más grande

La peor parte de que el hombre haya caído en la tentación —y de que siga cayendo hoy en día— es la separación que nos genera de Dios. Si estamos lejos de él no podemos escucharlo ni podemos seguirlo, lo cual nos obliga a escuchar otras voces que no nos conviene escuchar y que no tienen nada bueno que decirnos.

Seamos más listos

Así como el enemigo fue astuto con Eva, así lo es con nosotros al presentarnos la tentación. No nos traerá algo a lo que rotundamente podamos decir no, sino que irá por aquello que sea nuestro talón de Aquiles. Hay muchas cosas (o personas) que se nos van a presentar en el camino prometiéndonos la felicidad y la salvación de nuestros problemas. Pero nada de esto puede satisfacernos más que Cristo.

Hace poco me tocó escuchar la historia de dos personajes que se peleaban constantemente por un objeto que habían encontrado y creían tenía buena suerte. Cada día los dos querían ser los primeros en utilizar el objeto y discutían sobre quién lo llevaría consigo al trabajo, a eventos, etc. Un día, comenzaron a darse cuenta de que junto con la buena suerte, este objeto les estaba trayendo problemas entre ellos y con quienes los rodeaban. Comenzaron a notar que algo que al principio parecía tan preciado y especial, era en realidad un gran problema en su vida y que los estaba arrastrando a un lugar en su carácter al que no querían ir, ya que, por estar preocupados por el objeto, vivían contantemente enojados, estresados y de mal humor. Por ello decidieron deshacerse de aquello que al principio había parecido tener tanto valor.

El problema con la tentación que diariamente viene a nosotros es que no es como ese objeto de aparente buena suerte, que en el momento en que ya no lo quieras puedes tirarlo a la basura. El pecado que trae consigo nuestra tentación debe ser pagado; ese pecado que parecía ser tan bueno para nosotros, que nos traería tanta felicidad y satisfacción, es ahora un veneno del que debemos librarnos. Para ello, alguien tiene que pagar por las malas acciones.

Dios no es injusto. Es como aquel ejemplo que hemos escuchado de la boca de varios predicadores. Si una persona matara a alguien más, a pesar de que se arrepintiera y buscara cambiar sus acciones de vida, lo que hizo tendría que tener una consecuencia, de lo contrario, el juez sería injusto. No puede dejarlo ir hasta que cumpla su sentencia. Sin embargo, nosotros, a causa de que alguien ha cargado con nuestra sentencia, podemos tener libertad.

Sal de toda tentación

El enemigo seguirá tratando de plantar en nosotros semillas de duda acerca de lo que Dios ha dicho de nosotros mismos, de él y de quienes nos rodean. Si caemos en ello, no hay otro camino más que Cristo.

No vivamos separados de Dios, acerquémonos confiadamente ante su trono, recordando que con la tentación él proveerá la salida. Y si cometemos algún error, abogado tenemos para con el Padre (1 Juan 2:1). Así que «acerquémonos confiadamente ante el trono de la gracia», no despreciemos el sacrificio que ya ha sido hecho por nosotros, y luchemos contra las tentaciones y mentiras que nos encontremos en el camino, puesto que a pesar de que pueden parecer atractivas, llevan a la muerte y a la destrucción. Pero, el camino angosto que Cristo nos ha presentado, éste lleva a la vida eterna.

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