La adoración se trata del evangelio y el evangelio se trata de adoración. De hecho, es imposible que podamos verdaderamente agradar el corazón del Padre a expensas del evangelio. Para entender esto tenemos que partir desde el Génesis, desde el origen, el diseño y propósito del hombre. En el principio el hombre fue hecho a la imagen de Dios; esto quiere decir que le representaba y era un reflejo de su gloria.
El hombre adoraba de manera natural a Dios. El famoso autor A.W. Tozer alguna vez escribió: «Algo que había en el hombre respondía a la presencia de Dios como no podía hacerlo nada más de toda la creación divina. Dios creó al hombre a su imagen, y de ahí nació la dinámica maravillosa de la adoración. El propósito único de Adán y Eva en el huerto era el de proporcionar a Dios placer, alegría y comunión, que son el fundamento de toda adoración genuina».
El obstáculo para la adoración
El problema fue que tras la caída, la imagen de Dios en el hombre se distorsionó a causa del pecado. Aquel que antes respondía a su presencia, ahora se oculta de ella; aquel que le adoraba, ahora le deshonra; aquel que encontraba deleite en su compañía, ahora se ha ido tras otros «amantes» en búsqueda de placer. El hombre olvidó la esencia de su propósito, que es adorar a Dios y darle gloria, y ahora deambula sin noción alguna de su llamado.
El poder del evangelio
Aquí es donde vemos como el evangelio es tan importante y necesario para la verdadera adoración. Jesús vino a salvarnos de nuestro pecado, a darnos a conocer el corazón del Padre, y mediante el poder de su Espíritu Santo, recuperar progresivamente la imagen de Dios en nosotros. El cambio de vida y el arrepentimiento no son asuntos meramente pragmáticos, son cuestiones internas y espirituales, y tienen que ver con el tesoro de nuestra alma. Michael Lawrence dijo: «Arrepentirse significa intercambiar nuestros ídolos por Dios. Antes de que sea un cambio en el comportamiento, debe ser un cambio en la adoración. Qué diferente es eso de cómo a menudo pensamos en el arrepentimiento». El evangelio y la redención son asuntos de adoración. ¡Es volverse de los ídolos a Dios!
Cierro con las valiosas palabras del pastor Sugel Michelén: «La verdadera adoración fluye de un corazón que procura mantenerse en pie de guerra contra todos los ídolos que pretenden suplantar a Dios en el trono de sus afectos». Y necesitamos la gracia del evangelio para mantenernos de pie.
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