Todos estamos de acuerdo en que la comunicación es parte vital e inherente de la vida humana. Sin ella, no sería posible el aprendizaje, las relaciones, los negocios y prácticamente cualquier dinámica de la sociedad. Comunicamos a través de diálogos, de monólogos, de la música, de textos, inclusive a través de señas. Una buena comunicación puede lograr grandes cosas, mientras que una mala comunicación puede lograr terribles desgracias. Es tan importante que expertos en todo el mundo han dedicado tiempo al estudio de la ciencia de la misma.
Como cristianos, es muy importante que nos esforcemos en ser comunicadores efectivos, porque nuestro mensaje es precisamente el asunto más importante de la humanidad. Sus implicaciones no son solo terrenales sino eternas. La trascendencia de nuestras palabras impacta más allá de este tiempo, y hacerlo de manera indebida y descuidada puede tener consecuencias lamentables. Somos transmisores de las Buenas Nuevas de Jesús. «Acuérdense de sus dirigentes, que les comunicaron la palabra de Dios. Consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida, e imiten su fe» (Hebreos 13:7 NVI).
A continuación, compartimos tres consejos a tomar en cuenta para convertirnos en comunicadores efectivos.
1. La comunicación debe estar bien fundamentada
Vivimos en la era de la comunicación digital, ya no solo es la radio o la televisión, hoy las redes sociales se han convertido prácticamente en la vía de información más importante. Si bien, hay muchas cosas buenas en ello, la accesibilidad también ha propiciado que abunde la información falsa. Ten cuidado de compartir información de fuentes de dudosa procedencia. La mentira genera confusión y desestabiliza a la sociedad.
En términos de nuestra fe, nosotros tenemos la palabra profética más segura; hablemos de acuerdo al fundamento de las Escrituras. Jesús mismo dijo en Juan 14:6 que él es «el camino, la verdad y la vida». Uno de los comunicadores más efectivos de la Biblia fue el apóstol Pablo y el enseñó lo siguiente: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto» (2 Timoteo 3:16 NTV).
2. La comunicación debe ser clara
La comunicación no solo debe ser verdadera y fidedigna, también debe ser transmitida con claridad. Debemos evitar a toda cosa la ambigüedad de nuestras palabras para no caer en malas interpretaciones. ¡A cuántos no nos a tocado escuchar esta frase: «lo que en realidad quiso decir…» tratando de aclarar algo que se entendió de manera equivocada! El mismo Pablo pidió oración para que se abran puertas para compartir el evangelio, y para poder comunicarlo con claridad: «…intercedan por nosotros a fin de que Dios nos abra las puertas para proclamar la palabra… Oren para que yo lo anuncie con claridad, como debo hacerlo» (Colosenses 4:1-4 NVI).
3. La comunicación debe de ir acompañada de un estilo de vida coherente
Muchas veces el mensaje que transmitimos es rechazado no por la sustancia del mensaje en sí, sino por el mal testimonio del comunicador. Si hablamos de la gracia, que nuestras palabras estén sazonadas con gentileza; si hablamos del amor de Dios, vivamos una vida de entrega sacrificial por los demás; si hablamos de la vida nueva en Cristo, vivamos una vida en santidad que honre el sacrificio de Cristo. En Romanos capítulo 2, Pablo enseña que los incrédulos blasfeman el nombre de Dios por culpa del mal testimonio de los que profesan ser creyentes.
Las palabras son indispensables para transmitir la verdad del evangelio, pero recuerda que nuestra conducta y nuestras acciones también comunican más de lo que nos imaginamos.
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