Leyendo una de las cartas del apóstol Pablo, encontré que hay cartas escritas por el Espíritu, no con letras sino con poder: esas cartas somos tú y yo.
Las cartas tienen una connotación romántica, poética, sobre todo aquellas que son escritas a mano. Es agradable leerlas, pero escasean; las únicas que son familiares para nosotros son las que envía el banco o aquellas que la administración del edificio donde vivimos deja en nuestros buzones.
Si las cartas están escritas a mano, mejor, ya que si su autor decidió prescindir del corrector ortográfico y prefirió no usar la inmediatez de la red informática, de la que pocos mensajes se escapan, es porque quiso plasmar algo realmente especial en esa comunicación.
Algunas de las cartas que siempre me resulta placentero leer son las cartas de Pablo. En una de ellas dice: «Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones», 2 Corintios 3:2,3 (NVI).
Vamos por partes
Pablo dice que somos una carta que puede ser leída por todos, y con todos se refiere a todos, tanto a los que comparten lo que creemos como a los que no. ¿Pueden nuestros vecinos leernos fácilmente y entender el mensaje?, ¿hemos puesto tantas barreras a quienes no piensan como nosotros que para ellos somos un mensaje incomprensible y exclusivo?
En seguida Pablo utiliza la palabra evidente, que quiere decir difícil de ocultar o de negar, y asegura que somos una carta de Cristo. Si somos una carta de él, ¿qué dice?
Thalles Roberto tiene una canción llamada «Una historia escrita por el dedo de Dios» y empieza diciendo algo así:
Jesús puede escribir toda tu historia de nuevo,
mira lo que hizo conmigo.
La probabilidad de hacer todo mal
era lo que había en mí,
mira lo que hizo conmigo.
En mi mirada yo tenía un foco de muerte
y mi fiesta estaba tan vacía de sonrisas.
Y cuando yo pensé que el río se iba a secar,
mira lo que hizo conmigo.
Él así lo hará con tu familia hoy.
No tenía nada y ahora tengo vida,
una historia nueva y linda,
escrita por el dedo de Dios.
La siguiente parte del versículo dice: «escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente». ¿Cómo será una carta escrita con el Espíritu Santo?, ¿cómo es una carta en la que las letras no están marcadas por la tinta sino por Dios mismo?
1 Corintios 4:20 dice: «Porque el reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder». Nuestra vida ha sido escrita no con palabras sino con el poder de Dios, el que proviene de su Espíritu.
Cada uno de nosotros es una carta viviente que ha sido enviada al mundo por Cristo, escrita por el Espíritu Santo que cuenta la historia de Dios en nosotros y con la que él presenta su obra.
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