Mucho se ha enseñado sobre el peligro de basar las decisiones más importantes de la vida por emociones. Esto se debe a lo volátiles, cambiantes e inestables que son los sentimientos. Sin embargo, otro grave error es caer en el extremo opuesto; pensar que nuestra relación con Dios o nuestra fe se vive exenta de pasiones. Dios mismo siente emociones y eso es suficiente para saber que estas en sí no son malas si las involucramos en nuestra dinámica de vida de acuerdo con los parámetros de la Palabra de Dios.
¿Dios siente emociones?
Esta puede ser una pregunta controversial. Algunos dirán: «¡Para nada!». Esto se debe a que pensamos en las emociones desde la perspectiva de nuestras experiencias humanas. Nuestros sentimientos bajo la influencia de la carne pueden ser muy dañinos y pecaminosos, pero las pasiones de Dios son santas, perfectas y dignas de imitar. Como bien dice el Dr. Wayne Grudem:
«Dios se regocija (Isaías 62:5), siente aflicción (Salmos 78:40; Efesios 4:30), su ira arde contra sus enemigos (Éxodo 32:10), se compadece de sus hijos (Salmos 103:13), ama con amor eterno (Isaías 54:8; Salmos 103:17). Es un Dios cuyas pasiones habremos de imitar por toda la eternidad: nosotros, como nuestro Creador, aborrecemos el pecado y nos deleitamos en la justicia».[1]
La obra de redención y las emociones
La obra de Cristo en la cruz no incluía dentro de sus propósitos el desaparecer los sentimientos de las almas que redimiría. Mas bien, mediante el poder del Espíritu Santo, nos otorgó el dominio propio para que demos gloria a Dios aún a través de nuestras emociones. Como dice Romanos 8:9 (NTV): «Pero ustedes no están dominados por su naturaleza pecaminosa. Son controlados por el Espíritu si el Espíritu de Dios vive en ustedes». ¿Cómo se expresan y manifiestan las emociones en la vida de alguien que busca y sigue a Dios?
Un corazón regenerado por el poder del evangelio ahora encuentra anclados sus valores en las verdades eternas. Antes podíamos gozarnos por cosas corrompidas, y enojarnos o entristecernos a causa de cosas que agradan a Dios; nuestro sistema de valores estaba torcido. Pero ahora, nuestras emociones son congruentes con el carácter y la voluntad de Dios. ¿Qué nos produce gozo y alegría? En Filipenses 1:8, Pablo se goza por que el evangelio de Cristo es predicado. ¿qué cosas deben entristecernos? En Romanos 9:2 (NTV), Pablo dice: «Tengo el corazón lleno de amarga tristeza e infinito dolor», y esto se debía a que sus compatriotas judíos rehusaban creer en Jesús para salvación.
Nuestras emociones juegan un papel muy importante en nuestra relación con Dios. La Biblia nos enseña que debemos amar a Dios no solo con la mente, sino también con el corazón. Ahora debemos gozarnos con lo que Dios se goza y entristecernos con aquello que contrista el corazón de Dios. Pidamos al Espíritu Santo que obre en nuestras emociones para la gloria de Dios, moldeando nuestra vida conforme al carácter de Cristo.
[1] Grudem, Wayne. Doctrina Bíblica: Enseñanzas esenciales de la fe cristiana. Editorial Vida. Miami, Florida. 2005. Pg. 74.
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