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La carrera

Recuerdo perfectamente el día en el que me gradué de la universidad. Tan pronto terminó una «carrera», comenzó otra llena de retos desconocidos que me hacía sentir la necesidad de ir muy de prisa y no perder un solo segundo. «Otros compañeros ya están consiguiendo buenos puestos en empresas reconocidas. ¡Se van a acabar las vacantes!», son algunas de las cosas que pasaban por mi mente.

Me he dado cuenta de que esta misma tendencia se presenta en casi todas las áreas de la vida: en lo académico, lo laboral, lo social, lo intelectual, e incluso… sí, ¡incluso en lo ministerial! Todos queremos ganar y correr más fuerte que los demás; de esto mismo habla «La carrera», la nueva canción de Majo y Dan: «De tanto correr, correr, me cansé, sentí no respirar y no poder ya más Intenté, traté y me esforcé en ser la más veloz, creyendo así podría ser feliz».

El peligro de esto, es que podemos terminar completamente abrumados y sin fuerzas para continuar, olvidando el verdadero propósito de  «la carrera de la vida». Esto es lo que exactamente expresa el primer coro de la canción: «Me caí y ahí entendí, oh cuán equivocada estaba en mi forma de vivir. Tratando de ganar, perdí de vista lo más importante de mi existir». ¡No dejes de escucharla!

¿Por qué corremos tan de prisa?

El mundo busca todos los días imponer en la mente de las personas su definición de una vida exitosa. Inclusive, volteamos a ver lo que están haciendo otras iglesias y sentimos la presión de hacer cosas novedosas. El problema no es lo que hacemos, sino los motivos del corazón. ¿Nuestro deseo es verdaderamente agradar a Dios o sentimos la presión de no quedarnos atrás y llenar las expectativas de la sociedad? Pablo dice: «No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12:2, NVI).

También, siendo honestos, vamos tan de prisa por esa tendencia orgullosa de querer ser mejor que los demás. Jesús nos libera del pecado, de esta lucha interna para que genuinamente podamos ver por las necesidades de los demás. Recuerda que alguna vez, Jesús celebró no a aquellos que con prisa siguieron su camino, sino al «buen samaritano» que se detuvo y salvó la vida de aquel hombre moribundo.

¡Respira!

Tal vez en estos momentos te sientes presionado y abrumado, estás corriendo tan de prisa que te falta el aire. ¡Descansa y respira! Claro, hay mucho trabajo por hacer. Dios nos ha llamado a trabajar arduamente en los asuntos de su reino, pero él mismo nos invita a entrar a su reposo, a sosegar nuestra alma en su presencia, a descansar en la promesa de que en cada centímetro, en cada kilómetro de esta carrera, estará ahí con nosotros confortando nuestro corazón. Recuerda que Jesús es tu buen pastor y él te hace descansar en verdes pastos y te conduce junto a aguas tranquilas (ref. Salmos 23:2).

No vivas para llenar las expectativas de este mundo. Una vida exitosa de acuerdo con la Palabra de Dios es ser moldeados conforme a la imagen de Jesucristo, amando y sirviendo a las personas como él lo hizo, aferrándonos fielmente a su Palabra, para que algún día podamos decir como el apóstol Pablo: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe».  (2 Timoteo 4:7, NVI) Nuestro valor no se encuentra en lo que hacemos, sino en lo que somos en Cristo por medio de su precioso sacrificio.

«La carrera de la fe no es la que trata de velocidad; es aquel el que se detiene por alguien más que podrá avanzar». Puedes descansar.

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