Cuando en nuestra vida todo va bien, el mandato de amar se nos hace fácil de cumplir; cuando todo luce bien, cuando nadie te ha hecho daño, cuando nadie te lastima, amar parece fácil.
Veamos primero qué significa amor. Según 1 Corintios 13, «El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia, sino que se alegra cuando la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia» (vv.4-7, NTV).
Ahora cambiemos la perspectiva y veamos ese versículo a la luz de que alguien nos ha hecho daño, como si estuviéramos heridos por alguien. Creo que no es necesario imaginarlo. A todos nos han herido alguna vez. Hemos sido heridos por las personas a las que queremos y a quienes entregamos nuestra confianza; precisamente por eso es porque nos hemos sentido lastimados. Si fuera una persona que no conoces la que intentó lastimarte, no te importaría mucho o al menos no tendría el mismo valor que si la persona que te ofendió es alguien a quien amas.
Es aquí en donde esos versículos de 1 Corintios 13 nos hacen ruido y se convierten en una tarea muy difícil de realizar. Y precisamente ahí se encuentra el primer error, creer que es «una tarea» que yo puedo hacer como muchas otras, con mis conocimientos, mis logros, mis aptitudes, entre otras cosas. Pero ésta ni siquiera la podríamos llamar tarea. Amar a otros es un fruto, un fruto del Espíritu Santo en nosotros.
¿Cómo puedo amar a mis enemigos?
«Han oído la ley que dice: “Ama a tu prójimo” y odia a tu enemigo. Pero yo digo: ¡ama a tus enemigos! ¡Ora por los que te persiguen!» (Mateo 5:43-44, NTV). Estas son palabras de Jesús en el Sermón del Monte. En este sermón Jesús nos «subió la vara» en muchos asuntos y ésta fue uno de ellos: amar a nuestro enemigo. ¿Cómo será esto posible? En nuestras capacidades esto es imposible, pero en las capacidades del Espíritu Santo esto es posible y una obra hermosamente sobrenatural. Si sientes que no estas amando como Jesús, pide en oración al Espíritu Santo que te dé la libertad de perdonar y a su vez la libertad de amar. Sí, de amar a esa persona a la que te cuesta tanto trabajo perdonar. Tal vez no te haya hecho un daño grave, pero si somos honestos, hay personas que quizá por su personalidad no encajan en nuestra «caja» y nos es difícil amar.
Jesús quiere que ames a esas personas porque, ¿sabes algo?, tú también eres una de ellas.
Amemos como Jesús
Jesús nos enseñó la manera más sublime y alta de amar. Sus últimas horas antes de morir las dedicó a cenar con sus discípulos y amigos, pero no solo eso, también lavó sus pies. En ese tiempo quienes que lavaban los pies era la servidumbre. A los discípulos les ha de haber causado un gran impacto que Jesús lo hiciera con ellos; es como si una persona realmente importante e influyente entrara a tu casa a lavar tu baño o los platos. Jesús lavó los pies de aquellos que sabía que lo iban a negar y traicionar. Jesús lo sigue haciendo, lo hizo en esa cena, lo hizo en la cruz del Calvario y lo hace ahora con nosotros. Nos ama tanto, que aun sabiendo el dolor que le íbamos a causar, lavó nuestros pies, perdonó nuestros pecados y no llevó registro de ninguno de ellos.
Amemos como él, perdonemos sin llevar registro y amemos con humildad a todos.
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