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La importancia del día de descanso

Vivimos en una cultura apresurada, estresante y demasiado dinámica. Nos hemos dejado envolver en la rutina de este mundo y su demandante sistema el cual nos dice: «¡Haz, o si dejas de hacer, no eres nadie!». Peter Scazzero, autor de «Espiritualidad emocionalmente sana» escribió: «Un discipulado emocionalmente sano significa que ya no soy una máquina que simplemente “consigue cosas para Dios”, sino un ser humano digno de cuidado y descanso». ¿Será que hemos subestimado la importancia del descanso?

El «hacer» en nuestra cultura se ha vuelto sinónimo de éxito. «Haz ejercicio, consíguete un trabajo y aparte, práctica un hobby» o, «forma una bella familia y atiéndela todo el tiempo; haz el aseo de tu casa, haz rutinas de cuidado personal, emprende, haz dietas,  aprende todo el tiempo y capacítate». ¡Guau!, y a esto le añadimos los compromisos sociales tales como hacer fiestas o reuniones para cada ocasión. Queremos lograrlo todo en 12 horas que nos da el día y los siete días que nos da la semana. ¿No te sientes cansado?

Piensa en esto, ¿cuándo fue la última vez que tomaste 24 horas completas para contemplar a Dios, disfrutar tu casa con tu familia o salir con ella, ya sea con esposa o esposo, hijos, o tus padres? ¿Cuándo fue la última vez que de verdad soltaste los compromisos completamente, dejaste el celular a un lado y cerraste la laptop?

Ahora, al parecer ,estoy hablando muy «secularmente», pero amigo o amiga que me lees, aún dentro de la dinámica de la iglesia, llenamos la agenda. Definitivamente es bueno convivir con los hermanos, capacitarte y tener responsabilidades que edifican a otros, pero debemos encontrar ese «Sabbat» tan necesario para nuestro cuerpo y nuestra alma. Ese tiempo en donde podamos desconectarnos de todo y disfrutar del Señor, de la soledad o de la compañía de tus seres queridos.

¿Cómo lograr un día de descanso en medio de esta vida tan ajetreada?

  1. Quita tu orgullo y sé humilde.

«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios» (Salmos 46:10, NVI).

Pensamos que el mundo depende de nuestra intervención, queremos tener el control de todo y creemos que, si «abandonamos» al mundo y sus exigencias un día, todo se vendrá abajo. Necesitamos quitar de nuestra vida el pecado del orgullo y el control y cederle las cosas al Señor.

Cuando le damos todo un día a él, en pocas palabras le estamos diciendo «confío en ti».

  1. Agenda tu semana.

Compra una linda agenda y úsala. Organiza tu semana, pon metas y cúmplelas para así poder dedicar un día de descanso en el cual no estés pensando en el «qué hacer» sino contemplando al Señor.

Escoge tu día de descanso, el «Sabbat» puede ser cualquier día de la semana y no impuesto por ser ley, sino algo que deseamos en lugar de algo que cumplamos. Si lo hacemos por «hacer» estaremos cometiendo el mismo error del punto número uno.

  1. Dispón tu corazón para contemplar.

«Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido. Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de toda su obra creadora» (Génesis 2:2-3, NVI).

Durante el día que tú elijas para descansar, medita y enfoca tu mente en contemplar a Dios. Aparta un tiempo para estar en soledad y silencio delante de él. Piensa en él leyendo su Palabra, guarda silencio y descansa. Sé que es difícil, pero ve practicándolo como si fueras a forjar un hábito. El espíritu está dispuesto para las cosas del Espíritu. Pídele al Señor en oración que limpie tu mente, la vacíe y la llene de él.

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