Hay personas que se acostumbran a vivir en medio del peligro. Tenemos el ejemplo de aquellos que realizan espectáculos metiendo la cabeza entre la filosa dentadura de un cocodrilo, o de los encantadores de serpientes venenosas. No importa cuán expertos se consideren, siempre hay un día en el que las cosas pueden salir mal.
De la misma manera, hay algo sumamente peligroso con lo que la gente se acostumbra a vivir, y me atrevo a decir, mucho más letal que un temible animal salvaje. Así es, estamos hablando del resentimiento, aquel sentimiento de profunda amargura, la dificultad para perdonar o para superar emocionalmente una ofensa.
¿Cómo surge el resentimiento?
El resentimiento puede llegar a nuestra vida a través de heridas u ofensas reales. Por ejemplo, en 1 Samuel 30:6 vemos que el rey David se encontraba en gran peligro. ¿Por qué razón? «…porque todos sus hombres estaban muy resentidos por haber perdido a sus hijos e hijas, y comenzaron a hablar acerca de apedrearlo. Pero David encontró fuerzas en el Señor su Dios» (NTV). ¿La amargura en estos hombres es producto de una exageración? ¡Para nada! Habían perdido ni más ni menos que a sus seres más queridos.
También debemos de reconocer que el resentimiento puede llegar a nuestra vida como un mecanismo de autodefensa para encubrir nuestro pecado. Este hábito resulta sumamente peligroso porque nos impide hacernos responsables de nuestras acciones para buscar un cambio verdadero. Proverbios 28:13 dice que «los que encubren sus pecados no prosperarán, pero si los confiesan y los abandonan, recibirán misericordia» (NTV).
¿Cómo identificarlo?
Todo factor de riesgo, toda amenaza mortal debe ser identificada. En la medicina, el diagnóstico oportuno de una enfermedad puede ser determinante para salvar la vida del paciente. Hay indicadores que nos hacen saber que hay resentimiento en nuestra vida. Algunos de ellos son:
- Mantenerse en aislamiento.
- Una fuerte crítica constante en contra de la iglesia.
- Siempre está insatisfecho y en nada encuentra contentamiento.
- Ha perdido la objetividad, resalta siempre lo malo de los demás.
- Sus publicaciones en redes sociales son en su mayoría con una connotación de amargura.
¿Qué efectos tiene en una persona y comunidad?
El resentimiento tiene el potencial de terminar con grandes amistades, ¡tiene inclusive la capacidad de dividir iglesias! El autor de Hebreos advierte: «…Tengan cuidado de que no brote ninguna raíz venenosa de amargura, la cual los trastorne a ustedes y envenene a muchos» (Hebreos 12:15, NTV). Ocasiona profundo dolor en iglesias, amistades, matrimonios, y en última instancia, puede hacer que las personas se aparten de Cristo.
¿Por qué es tan grave?
El resentimiento es sumamente grave por sus terribles consecuencias, pero también crea la noción de que podemos seguir a Dios mientras permanecemos en conflicto y alejados de su iglesia. La Biblia deja bastante claro que esto es imposible. En Hebreos se nos enseña a no dejar de congregarnos, Pablo enseña en 1 Corintios 12:12-21 que un miembro de la iglesia no le puede decir a otro: «no te necesito», y Juan nos dice en su primera carta que el que aborrece a su hermano no conoce a Dios.
¿Cómo podemos enfrentarlo?
En Génesis 37-45 encontramos la historia de José y sus hermanos. Si alguien tenía razón para dar lugar al resentimiento, ese era José. Los celos llevaron a sus hermanos a aborrecerlo y lo vendieron para deshacerse de él. El fin de la historia es impresionante: lejos de aferrarse a la amargura, José opta por perdonar y bendecir a sus hermanos. Cuando tenemos una relación con el Espíritu Santo, él sana nuestras heridas y nos da la capacidad para perdonar, por más difícil que esto sea. Cuando vemos las cosas a la luz del eterno plan de Dios, entendemos que aun las ofensas tienen un propósito que obra para el bien de los que creemos.
El evangelio es el antídoto perfecto
El evangelio es una historia de misericordia y de perdón. Nosotros éramos enemigos de Dios y Cristo pagó el precio en la cruz para el perdón de nuestros pecados. Cuando Pablo espera cierto comportamiento de su audiencia, no apela a su capacidad humana, sino a la obra redentora de Cristo. «Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros» (Colosenses 3:12-13, NTV).
El resentimiento es peligroso y mortal, pero Jesús es el médico calificado para sanar nuestra enfermedad. No esperes más, ¡corre a él! Hoy Cristo puede hacerte libre.
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