«Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca» (Mateo 7:24-25, RV1960).
Jesús cierra la enseñanza del Sermón del Monte con una lección acerca de dos cimientos. Primero se refiere a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. ¿A qué tipo de personas compara Jesús con este hombre prudente? ¡A los que escuchan sus Palabras y las ponen por obra! Así es, la exhortación final de Jesús es clara para sus oyentes. De nada sirve toda la información que han adquirido a lo largo de este sermón, ¡si no produce un cambio real en su vida!
Más adelante, pone el ejemplo de la contraparte: «Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina» (vv. 26,27). Nuevamente vemos como el énfasis está en el «hacer». Santiago hace una exhortación similar: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1:22, RVR1960).
Debido a que Jesús centra la exhortación en las obras, uno podría pensar que está enseñando que la entrada al reino de los cielos depende de la obediencia a las enseñanzas del Sermón del Monte. Esto supondría que Jesús está predicando la salvación por obras, lo cual representaría una contradicción con la mayoría de las enseñanzas neotestamentarias. Esto hace que surja una pregunta muy válida: ¿Cómo se puede predicar una salvación solo por fe y al mismo tiempo establecer que las obras son intrínsecamente fundamentales para la salvación?
Cuando vemos la enseñanza bíblica como un todo, entendemos la relación que existe entre la fe y las obras. Santiago —uno de los hermanos de Jesús y pilares de la iglesia— enseñó que las obras son la evidencia de la fe auténtica, al mencionar que la fe sin obras está muerta. El Dr. Samuel C. Storms habla de la relación entre la fe y las obras como una relación de causa y efecto:
«…todos los autores bíblicos, así como Jesús, hablan y escriben asumiendo que existe una relación inherente de causa y efecto entre la regeneración y la obediencia, entre la fe y el fruto, entre la salvación por gracia y las obras que fluyen de ella. Sólo la fe justifica, pero no la fe que está sola. La fe salvadora es una fe que obra. La fe salvadora es el tipo de fe que florece en obediencia. La ausencia de esto último, levanta dudas sobre la autenticidad de lo primero. Así, las obras son, en cierto sentido, la condición para entrar en el reino, no porque las obras obtengan el perdón, sino porque las obras son la evidencia de la fe».
Las dos casas fueron golpeadas por fuertes vientos y lluvias. Esto representa aquellas situaciones que pondrán a prueba nuestra fe. Edificar sobre la roca significa que tienes un aprecio y amor por las palabras de Jesús de tal manera, que respondes en obediencia y mantienes firmes tus convicciones a pesar de los ataques que quieran hacerte desistir de tu confianza en el Señor. «…para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» (1 Pedro 1:7, RVR1960).
Cuando lees la Biblia, ¿produce ésta un cambio en tu vida? Cuando escuchas el mensaje del domingo en tu congregación, ¿tienes la disposición de ponerlo por obra? Ten cuidado cómo edificas. Tarde que temprano las pruebas vendrán y solo los hacedores de la Palabra permanecerán de pie.
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