Muy probablemente la palabra «avivamiento» no sea extraña para ti, pero al mismo tiempo, estoy seguro que será todo un reto poder explicar y definir su significado. Esto se debe a que los creyentes en todo el mundo han construido muchas ideas diferentes a partir de diversas experiencias. No negamos que dichos sucesos hayan sido genuinos, sin embargo, definir en base a precedentes suele desembocar en la ambigüedad y el error. Así que nuestra tarea es luchar en contra de las «caricaturas» del avivamiento y disponernos a abordar el tema desde una perspectiva bíblica.
¿El avivamiento está en la Biblia?
Las primeras preguntas que debemos de hacer son: ¿qué es el avivamiento? y ¿está este en la Biblia? Al final, nos convencemos de la importancia de algo cuando podemos verlo en la Palabra revelada. Mientras construimos progresivamente la definición de avivamiento, quisiera mencionar que, en efecto, la Biblia registra diversos avivamientos, tales como el del rey Josías, la reconstrucción de las murallas a cargo de Nehemías, o la reconstrucción del templo con Zorobabel y Josué el sumo sacerdote al frente. Además, en los Salmos se encuentran referencias explícitas de esto: «Nosotros no nos apartaremos de ti; reavívanos, e invocaremos tu nombre» (Salmos 80:18, NVI); «Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino» (Salmos 119:37, RVR1960).
¿Quiénes necesitan el avivamiento?
El famoso predicador del siglo XIX, Charles Spurgeon, se distinguió de muchos otros que reflexionaron acerca del avivamiento, aludiendo que este es experimentado por los creyentes que tienen «algún grado de vida». En la Biblia encontramos que esto es verdad. Personas que conocían y amaban a Dios, se encontraron en un estado tal, que necesitaban urgentemente la intervención divina despertando sus corazones nuevamente a la pasión por Dios. Ejemplo de ello lo encontramos en Apocalipsis 2, en el mensaje de Jesús a la iglesia de Éfeso, la cual a pesar de sus obras sobresalientes, fue reprendida por haber dejado «su primer amor». El joven Timoteo, fue exhortado por el mismo apóstol Pablo con las siguientes palabras: «Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos» (2 Timoteo 1:6, RVR1960).
Podríamos mencionar también a David —el hombre con el corazón conforme al de Dios—, quien un día estaba adorando a Dios en el santuario, y otro estaba pidiendo al Señor: «…no quites de mí tu santo Espíritu» (Salmos 51:11, RVR1960), por haber cometido el pecado de adulterio. Podemos mencionar también a Elías. Sí, el mismo que derrotó a cientos de profetas de Baal, después estaría debajo de un árbol, intimidado y deprimido. O de un Pedro, quien por revelación divina declaró que Jesús era el Cristo, después estaría huyendo avergonzado y envuelto en un llanto de amargura. Basta con ser honestos con nosotros mismos y reconocer que a pesar de que amamos a Dios, hemos caído en «baches» espirituales en los que necesitamos que Dios encienda nuestra pasión por él una vez más.
El avivamiento es el acto de hacer que algo se encienda o arda de nuevo. Somos avivados, cuando a causa de los afanes de este mundo y los placeres efímeros, hemos caído en un estado de somnolencia o apatía espiritual y el Señor, de manera bondadosa y soberana, nos enfoca de nuevo en él, en su Palabra y en los asuntos de su reino.
Nadie está exento de atravesar malas temporadas. ¿Cómo te encuentras tú en este tiempo? Ya sea que te encuentres falto de pasión o simplemente anhelas más de él, ¡cree en un nuevo tiempo en el que Jesús sea el máximo tesoro de tu corazón! En la segunda parte de esta entrada, hablaremos de formas prácticas en las que podemos buscar el avivamiento.
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Amén! Justamente esto he tratado de decir en oración estos días. Que el Señor traiga un nuevo tiempo, que avive el fuego en mí y me llene se Espíritu Santo. Gracias por este mensaje, ha sido de mucha bendición.