Fabrizio Lucio, general romano en los inicios del imperio, logró dejar su nombre en la historia como emblema de sencillez, desinterés e integridad cívica.
Se dice que «hallándose el famoso general en la más completa pobreza, fue nombrado embajador de la República, para ir a tratar con Pirro, rey de Epiro, sobre asuntos de la mayor importancia concernientes a su patria. Pirro lo recibió en su corte con las mayores distinciones. Trató de inducirlo para que secundara sus proyectos, contrarios a Roma, ofreciéndole honores elevados y grandes riquezas».
Pirro conocía el valor moral del general, habiéndose enfrentado bélicamente a él anteriormente pero sin vencerlo. Sabía del firme carácter del soldado y pensó que lograría grandes beneficios si lograba inclinarlo a su favor. En efecto, el rey Pirro, usando su talento, riquezas y habilidades, y queriendo sacar ventaja de la pobreza de Fabrizio, «le hizo insinuaciones morbosas», toda una ofensa para un ciudadano de probada integridad.
¿Cómo contestó Fabrizo? «Si aun me crees honrado; ¿por qué pretendes corromperme? Y si me crees capaz de dejarme sobornar, ¿de qué puedo servirte?». Con ello, Pirro no tuvo más que retirarse, pero con la visión «de un hombre cabal, digno de la más alta condecoración».
Ahora veamos nuevamente a un personaje bíblico de quien podemos aprender muchas cualidades.
Rasgos de la vida de José
1. Excelente mayordomía
Fue vendido por sus hermanos a una caravana de ismaelitas que iban a Egipto, éstos, a su vez, lo vendieron a Potifar, capitán de la guardia del ejército de Faraón. Siendo José el mayordomo de Potifar, la Biblia nos dice: «Y vio su amo que Jehová estaba con él, y que lo que él [José] hacía, Jehová lo hacía prosperar en su mano» (Génesis 39.3). Este verso me recuerda la siguiente historia: Existía en los Estados Unidos, en cierto mercado de esclavos, un joven de color que estaba a la venta. Un señor benévolo se le acercó y le preguntó: «Si te compro, ¿te portarás con honradez?». El muchacho repuso sinceramente: «Seré honrado, me compre usted o no».
2. Pureza de alto calibre
«Hablando ella a José cada día, y no escuchándola él para acostarse al lado de ella, para estar con ella, aconteció que entró él un día en casa para hacer su oficio, y no había nadie de los de la casa allí. Y ella lo asió por su ropa, diciendo: Duerme conmigo. Entonces él dejó su ropa en las manos de ella, y huyó y salió» (Génesis 39.10-12). La mujer de Potifar puso sus ojos en José. Ésta empezó a maquinar el momento propicio para hacerlo caer. Entonces da «el día libre» a todos los siervos excepto, lógicamente, a José. Al llegar éste a realizar sus actividades laborales, le sale al encuentro la provocativa mujer y se inicia el siguiente diálogo:
Propuesta: «José, duerme conmigo» (¡no se anduvo por las ramas!).
Respuesta: «Él le dijo: “Mañana te lo resuelvo”» ¡No! No se puso a considerar la tentación. Su respuesta fue un rotundo no. «¿Por qué?», algunos dirían, «¡Qué tonto!». La vida de José fue distinta; él fue un joven que poseía una sabiduría y un dominio propio superior a los de su edad (¿Recuerdas de la Parte I? «Cabeza vieja en hombros de joven»).
Aquí vale la pena mencionar que «reducir» el riesgo de las tentaciones sexuales o de cualquier otro tipo no es lo mismo que «eliminarlo». Puedo imaginar que has visto que en tu ciudad se reparten preservativos entre adolescentes y jóvenes. ¿Sí? ¿Lo has visto? Pues sería como darles pistolas de agua para apagar un incendio. Tú y yo no fuimos llamados a «reducir» los riesgos sino a eliminarlos. Y ¿sabes qué? Cuando hayas huido de la tentación, ¡no dejes tu número de teléfono!
3. Permitió a Jehová ser su recompensa.
Lo voy a explicar de la siguiente manera. En su autobiografía, Luciano Pavarotti habla de los orígenes de su talento. «De mi padre heredé la voz, y de mi madre el sentimiento y el romanticismo de mi música», declaró célebre y hoy finado tenor. «Solía meterme en mi habitación, cerrar la puerta y cantar a todo pulmón “La donna é móbile”. De las dieciséis familias del edificio, catorce me gritaban que me callara; pero seguí hasta lograr mi objetivo». La vida de José fue distinta a lo ocurrido con el gran Pavarotti; aquel no se pasó su juventud declarando: «¡Algún día seré gobernante de Egipto!». Él dejo que Dios levantara su vida, y por su parte, asumió la responsabilidad de caminar derecho. Así Dios lo honró.
«Moraleja, joven» (como decía el gran Cantinflas): No te afanes; Jesús es el que va a levantar tu vida; sólo camina derecho, y ¡sé ejemplo!
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