Esperar: Es una acción que no nos gusta mucho y que es muy difícil de realizar ya que implica mucha fe, paciencia y dominio propio. A la vez, esperar es algo que demuestra que nuestra confianza está puesta en Dios, que reconocemos su sabiduría y soberanía, y que estamos seguros de que cualquier cosa que pase en nuestras vidas está en sus manos y bajo su control.
Para la gente como yo, acostumbrada a las prisas de la ciudad, a las inmediateces del internet y la tecnología, a un mundo en donde el tiempo es oro y a una era de perfección y especialización, esperar no es cualquier cosa. Un sinfín de factores se entrelazan para gritarnos que no hay tiempo que perder, que esperar es para los que se duermen, los que se quedan atrás y pierden. Entonces, esperar en el Señor, en sus tiempos, sus lecciones y sus maneras, se vuelve algo complejo y complicado; es difícil decidir sentarnos solamente, quedarnos quietos mientras confiamos y entendemos que Dios obrará y que lo hará en su tiempo, como nos pide el Salmo 46 que hagamos frente a un Dios que está al control de todo y hace obras grandiosas,«Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y conoced que yo soy Dios» (Salmos 46:8-10). Estar quietos y atentos nos permite ver lo grande que es nuestro Dios y lo extraordinarias que son sus obras.
Esperar se convierte para nosotros en una tarea desgastante y estresante si lo hacemos solamente con el conocimiento de que hay que hacerlo, lográndolo en nuestras fuerzas. Sin embargo, esperar en el Señor es, según su Palabra, todo lo contrario. Muchas veces hemos escuchado, leído e incluso cantado Isaías 40:31:«pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán». Cuando yo leí esta verdad acerca de esperar en Dios me sorprendí mucho, porque esperar muchas veces para mí no había significado renovar fuerzas y descansar, sino estresarme y preocuparme.
¿Cuántas veces, a pesar de saber que Dios está al control, el tiempo de espera se vuelve un tiempo de ansiedad? En ocasiones esperamos, pero a la vez tenemos ya en mente una expectativa en cuanto a los tiempos y las maneras en que queremos que Dios obre en nuestras vidas. Entonces, perdemos o diluimos esa paz y ese renuevo que la espera en Dios conlleva, al darnos cuenta de que nuestras expectativas personales no se están cumpliendo en los tiempos deseados. Qué increíble recordar que mientras yo espero a que el Señor obre en mi matrimonio, en mis finanzas, en mi enfermedad, en mi carácter, etc., él me hace descansar, renueva mis fuerzas y levanta mis alas para poder correr sin cansarme y caminar sin fatigarme. Me encantan las promesas del Señor, porque es a él a quien le toca obrar, y a mí esperar y tener fe. ¡Ah, pero qué difícil es creer a veces! Dejar las cosas en sus manos y no tomar las decisiones yo; no obrar conforme a mis tiempos y gustos. ¡Ayúdame, Señor, a creerte!
Por otro lado, esperar no quiere decir que mientras aguardamos en el Señor no podemos hacer nada. Claro que tenemos que estar en oración, leyendo y meditando en su Palabra, y haciendo lo que nos toca hacer según la circunstancia en la que estemos. Pero en esos momentos de espera, de incertidumbre, de dolor incluso, es bueno saber que él está trabajando en nosotros, terminando y perfeccionando su obra, y que no se detendrá hasta que la haya terminado. Descansemos el día de hoy en sus promesas y dejemos que se renueven nuestras fuerzas como las águilas.
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