Con frecuencia las personas piensan en el evangelio y la adoración como dos cosas distintas. La realidad es que es imposible separar una de la otra. Cuando hablamos del evangelio, hablamos de adoración y viceversa. El pastor John Piper dijo lo siguiente: «Debemos hablar a las personas sobre Jesús, porque no hay salvación ni adoración donde no se ha escuchado y creído el evangelio del Hijo de Dios crucificado y resucitado». Hablamos el evangelio porque el evangelio es el combustible que enciende nuestra alabanza y adoración.
El evangelio nos da a conocer a Jesús
Cuando Jesús se bautizó en el Jordán, una voz en el cielo se hizo escuchar: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él». Este momento es crucial en la historia de la humanidad, porque desde la caída, el hombre había fracasado en complacer el corazón de Dios. ¡Por fin, un hombre, Jesucristo, pudo satisfacer de manera plena el corazón del Padre! ¿Qué es lo que a Dios le agrada? ¡Jesús! Y es mediante la proclamación del evangelio que conocemos a Cristo, el Salvador, y mediante la fe en él recibimos al Espíritu Santo que nos hace progresivamente más semejantes a su imagen.
Cristo por nosotros y en nosotros
No hay ofrenda, esfuerzo u obras que podamos hacer, fuera de Cristo, que satisfaga el corazón del Padre. Isaías 64:6 dice: «Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas; nuestras iniquidades nos arrastran como el viento» (NVI). Si queremos adorar a Dios, él tiene que ver a Cristo en nosotros. El evangelio son las buenas noticias de lo que Cristo hizo por nosotros. Él nos atribuyó su justicia, nos purificó, nos presentó delante del Padre puros y sin mancha. Él también cargó todas nuestras iniquidades y las llevó sobre de él en la cruz del calvario. El inocente tomó nuestro lugar, para quitar la barrera de enemistad que nos impedía tener comunión con Dios. El sacrificio de Cristo ha hecho posible que podamos adorar a Dios con libertad.
Ojos abiertos
Cuando percibas que una persona en la iglesia tiene dificultad para adorar a Dios, no te enfoques en lo externo o en las formas. Ayuda a esa persona a comprender el evangelio de manera personal y verás que cuando los ojos sean abiertos a la excelencia y suficiencia de Cristo Jesús, la dinámica de adoración de esa persona será completamente revolucionada. La adoración va más allá de la música; toda nuestra vida, —nuestras acciones— hablan qué tan valioso es Dios para nosotros. Que el Señor nos conceda reflejar a Cristo en cada una de las áreas de nuestra vida, y de esta manera complacer el corazón de nuestro Dios que está en los cielos.
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