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Cómo sanar las heridas del alma

Hoy tenemos médicos especialistas sumamente avanzados, capaces de tratar lesiones en prácticamente todo el cuerpo. Inclusive, hablando de lo emocional, hay psicólogos y psiquiatras que hacen una labor excepcional. Sin embargo, sobre todo cuando se trata de heridas del corazón, no podemos dejar a Dios fuera de la ecuación.

Honramos y valoramos a los médicos, que ejercen una profesión ejemplar, pero debemos recordar que toda ciencia humana llega a un punto en el que encuentra su límite. Sin embargo, Dios no tiene límites, su poder es infinito, y su Palabra, sabia para sanar nuestras heridas. Quizás tú has sufrido y por más que has buscado ayuda te has sentido incomprendido. Quiero decirte que Dios te comprende y desea sanar tu corazón.

Muchas veces el consejo de las personas es opuesto a los medios que Dios ha elegido para sanarnos. Inclusive nuestra misma mente nos quiere llevar en el sentido contrario a la voluntad de Dios. Pensamos: «Para sanar debo cerrarme, debo crear una coraza protectora en mi corazón, debo buscar ejercer mi propia justicia para con los que me han lastimado».

La falta de perdón es el camino a la destrucción

Una de las cosas más complicadas de hacer es perdonar cuando las heridas siguen abiertas, yo lo sé. Sin embargo, debes estar consciente  que la falta de perdón, lejos de sanarte, te creará más dolor y es el camino rumbo a la destrucción. En la Biblia se encuentra la historia de un hombre llamado Absalón. Él dejó que brotaran raíces de amargura en contra de su padre, David. Se empeñó en hacer su propia justicia y se rebeló en contra de él, y lejos de sanar, terminó mucho peor. Literalmente, la falta de perdón lo llevó a su propia tumba.

El perdón es el camino para sanar

El camino del perdón es el medio que Dios utiliza para sanarnos, porque es el medio que él ejecutó en su obra redentora en la cruz. Perdonamos porque él nos perdonó a nosotros, para salvarnos de nuestros pecados. «Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo» (Efesios 4:32, NVI).

Siendo realistas, perdonar cuando estás inmerso en dolor parece una tarea prácticamente imposible. La buena noticia es que el propio Dios nos toma de la mano y nos da la fortaleza para perdonar. ¡Esto es una labor sobrenatural! Contamos con la ayuda del Espíritu Santo, quien cambia nuestra perspectiva y nos habilita para responder de una manera contraria a la lógica del mundo.

Toma hoy de esos recursos celestiales que están disponibles por medio de Cristo. Reconoce que tú solo no puedes y deja que el Ayudador obre a tu favor. «Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad…» (Romanos 8:26, NVI). Jesús es sensible a tu necesidad. Aunque todos te abandonen, él nunca lo hará. Ten ánimo y confía en él.

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