Juan pudo reconocerlo inmediatamente.
Juan el Bautista predicaba acerca de aquél que vendría después de él, pero que era antes que él. Hablaba sobre el que era la plenitud, el que traería la gracia y la verdad al mundo. Muchos le oían, e incluso le seguían, convirtiéndose en sus discípulos. Esto fue así hasta que llegó el día en el que Jesús se hizo presente en el Jordán mientras Juan bautizaba. «El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo»(Juan 1:29-30). Juan era guiado por el Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre estaba lleno de él, como dice la Palabra. Así que cuando Jesús llegó, Juan pudo reconocerlo inmediatamente. A la vez, sus discípulos lo escuchaban atentos, creyendo las palabras que Juan les decía.
El Cordero de Dios
Cuando los discípulos de Juan escucharon que aquél hombre era el Cordero de Dios, sus corazones ardieron por conocerlo, por lo que muchos dejaron a Juan y siguieron a Jesús, quien les preguntó: «¿Qué buscan?». Pero ellos le respondieron con otra pregunta: «Maestro, ¿dónde moras?». Los discípulos estaban curiosos por conocer a este Cordero que era esperanza de Israel. Jesús les dijo: «Vengan y vean». Ellos querían conocer a Jesús para ver de qué se trataba todo esto, y Jesús simplemente les hizo la invitación de seguirlo, de ir con él y de encontrar las respuestas que buscaban. ¡Qué privilegio que Jesús te dé esa respuesta! ¿Y qué hicieron ellos? ¡Lo siguieron! Respondieron al llamado de Jesús; fueron y se quedaron a dormir con él en ese día. Estuvieron en su casa, en donde moraba, ¿a qué otro lugar más íntimo que ese pudo haberlos invitado Jesús?
Ven y ve: reconoce la voz del Espíritu
El día de hoy esta historia me recuerda el privilegio que tenemos. El mismo Espíritu que reposaba en Juan es el que está con nosotros; tenemos acceso también a reconocer y conocer al Cordero. De igual manera, la misma invitación que Jesús hizo a los discípulos de Juan de seguirlo, de conocerlo de cerca, de intimidad, es la misma que nos hace a nosotros hoy en día. Seamos sabios como Juan al reconocer la voz del Espíritu para identificar lo que viene de Jesús, y sabios como sus discípulos al seguir al verdadero maestro.
Jesús tiene una invitación muy clara para ti en este día: Sígueme. ¿Quieres conocerlo? Ven y ve.
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