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¿Por qué cerrar la boca protege el medio ambiente?

El problema de la contaminación está en la boca de todos. No nos referimos solo a que el mundo entero está hablando de la necesidad de mitigar el impacto ambiental que causa la cantidad de desperdicios que los humanos producimos sin control, sino también de la toxicidad que generamos con nuestros malos hábitos al hablar.

De esta falta de conciencia ambiental les habló Jesús a sus discípulos, siglos antes de que existieran los términos calentamiento global o cambio climático.

Esto dijo Jesús al respecto: «Escuchen y entiendan. Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca sino lo que sale de ella»(Mateo 15:11). Hasta ese momento se pensaba que lo que dañaba al ser humano eran los alimentos descompuestos o comer sin lavarse las manos, pero Jesús aclaró que eso termina en la letrina, en cambio las malas palabras destruyen porque muestran lo que hay en el corazón.

Uno de los peores hábitos que tenemos al hablar es la queja. Al quejetas, quejóno quejumbrosose le puede comparar con un fumador. Éste expulsa cerca de 70 sustancias tóxicas por su boca. Ese vicio le da placer momentáneo y satisface una necesidad, pero poco a poco destruye su cuerpo.

Otra es la historia del fumador pasivo, el que aspira la polución que sale de la boca de otro sin querer participar en el asunto. Lo mismo sucede con la queja, esquivar las palabras negativas de alguien que no se resiste a expresar su descontento con la vida es inevitable, sin embargo, lo grave no es que una persona se queje, el problema es cuando cedemos ante la tentación de conversar acerca de lo duro que es el trabajo, lo terrible que está el clima o lo deprimentes que son los lunes.

Entonces, ¿qué podemos hacer cuando una persona no puede evitar derramar sobre nosotros una lluvia ácida de amargura?

1. Escucha con inteligencia.Puede sonar contradictorio, pero la solución no es ignorar o dejar hablando solo al que no se puede resistir a decir al pie de la letra lo que sus emociones y circunstancias le dictan. Por el contrario, escuchar forma en nosotros uno de los rasgos más maravillosos del carácter de Jesús, la compasión.

Mateo 9:36 dice: «Y al ver la gran cantidad de gente que lo seguía, Jesús sintió mucha compasión, porque vio que era gente confundida, que no tenía quien la defendiera. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin pastor!»(TLA). «¡No tenía quien la defendiera!», dice la Biblia. Lo último que una persona que se queja necesita, es otra que la juzgue.

2.Ayúdale a cargar su cruz.La Biblia dice que Simón de Cirene «pasaba por allí» cuando lo obligaron a llevar el madero en el que Jesús sería crucificado. El Salvador de la humanidad necesitó alguien que cargara con él la cruz que debía poner sobre sus hombros para cumplir su destino.

En algún momento de nuestra vida todos hemos necesitado de alguien que nos ayude a aliviar el peso que implica tener un propósito y vivir para cumplirlo.Cuando una persona se te acerque y te haga partícipe de su dolor, frustración, rabia o enojo, piensa que tú puedes ser como el cireneo.

Es posible que para Simón cargar el madero haya sido una mala casualidad o el resultado de estar en el lugar y momento equivocados. Sin embargo, fue un privilegio que ni los más cercanos a Jesús tuvieron, llevar la preciosa cruz en la que la humanidad entera ha encontrado perdón, esperanza y vida. Lleva en oración las necesidades de esa persona como si fueran tuyas.

3. Habla solo si es necesario.Antes de decir cualquier cosa, asegúrate de tener la cabeza fría y el Espíritu ardiendo, solo Dios puede darte dirección para levantar a quien tienen el ánimo decaído. Nunca olvides que: «La lengua de los sabios destila conocimiento; la boca de los necios escupe necedades», «la lengua que brinda consuelo es árbol de vida; la lengua insidiosa deprime el espíritu» (Proverbios 15:2, Proverbios 15:4).

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